La mirada medioambiental de la obra artística ha ganado terreno en las últimas décadas y ha conseguido que más humanos insistan en la importancia de actuar de manera corresponsable con el planeta que habitamos. 

El arte de hacer conciencia Agregar a Mi Cervantino

 

Ahora que la tercera parte de los polos se está deshielando; que cada vez más ríos se secan; que 9 de cada 10 personas respiran aire contaminado y que están en peligro de extinción más de 5 mil 200 especies somos más conscientes de la crisis ambiental y de lo que conllevan nuestras acciones: desde respirar, hasta lo que comemos y lo que nos ponemos impacta en el entorno. La ropa producida en masa y a gran velocidad, conocida como fast fashion, aunque sigue siendo una opción, cada vez más personas buscan alternativas para conseguir sus prendas, pues toman en cuenta, antes del precio, las implicaciones sociales y ambientales que esta industria voraz provoca.    

Nuestra existencia deja huella en el planeta y el arte ha estado cerca para reflexionar al respecto y evidenciar lo que la actividad humana está haciendo a la Tierra. Desde finales del siglo pasado existe el arte ecológico que, si bien tiene diferentes sentidos, uno de ellos es precisamente el de contribuir a la transformación medioambiental a través de la creación usando materiales que se encuentran en la naturaleza como hojas, piedras, tierra y ramas. El ecoarte es tanto forma como fondo, pues no solo utiliza estos materiales sostenibles, sino que también denuncia las amenazas que sufre el planeta como el calentamiento global, la deforestación, el consumo masivo y la contaminación de océanos, ya sea por medio de una danza, una fotografía, una escultura, una pintura o una obra de teatro, demostrando así que la relación del ser humano con la naturaleza también es un tema artístico urgente. 

Entre los artistas que están hablando de este tema de primera importancia para todos está la agrupación madrileña Toompak, presentes en el Cervantino, este grupo de músicos demuestra que no necesita instrumentos nuevos comprados a fabricantes convencionales para subir al escenario a tocar su música. Son artistas recicladores que estarán en la ventana virtual del FIC preocupados por transmitir el significado de las tres erres: reducir, reutilizar, reciclar y le suma una cuarta: replantear. Combinan ritmos creados con más de 120 objetos reutilizados, por ejemplo, la tazitarra, una guitarra hecha con la tapa de un retrete. Incluso en sus giras se las ingenian para generar instrumentos con los desechos de los lugares que visitan. Así, son expertos en observar las cualidades específicas de los residuos para manipularlos y sacarles el mayor provecho posible en presentaciones llenas de diversión, calidad musical y comedia visual. El objetivo es motivar y generar conciencia entre los más pequeños; niñas y niños aprenden sobre el cuidado del medio ambiente, se apropien de esta idea y puede ser que en el futuro cercano sean ellos y ellas quienes marquen una diferencia positiva al momento de consumir.  

Toompak en pleno show de percusiones: Recilcart School, 2010.

Estamos inmersos en un mundo en el que resulta imposible no contaminar, eso es una utopía, pero una realidad es que sí podemos reflexionar sobre cómo vamos a contribuir individual y colectivamente para disminuir el problema ambiental. 

El Centro de Cultura Digital, que se caracteriza por poner sobre la mesa los temas más vanguardistas en el terreno de las artes y las tecnologías, nos invita a pensar sobre el uso que le damos al vital líquido; la pieza Agua.0 es una serie de móviles impulsados por el fluir del líquido, los cuales estarán colocados en la escalinata de la Universidad de Guanajuato. Con esta obra, el artista Ary Ehrenberg coloca nuestra mirada en el tiempo que llevan los procesos de la naturaleza en contraste con la velocidad urbana en la que vivimos. Una propuesta, que si bien parte de lo tecnológico nos hace reflexionar y reconectar con el medio ambiente en el que vivimos.  

 

Foto: Maqueta de los móviles pluviales que integrarán la pieza Agua.0

Para el ecoarte no se puede hablar de la naturaleza en tercera persona, sino que crea un diálogo y vínculo directo con ella. Cada elemento de la naturaleza es protagonista de la obra, incluso más que el propio artista; esto lo demostró a profundidad el artista Olafur Eliasson con su pieza Your Waste of Time (Tu pérdida de tiempo) integrada por enormes bloques de hielo desprendidos del glaciar Vatnajökull, el más grande de Islandia y también el más antiguo, las consecuencias del calentamiento global, nunca se sintieron tan cercanas como cuando Eliasson exhibió los trozos del glaciar en una galería refrigerada por medio de paneles solares, ahí la gente se enfrentó a estas esculturas que fueron hechas por la naturaleza en el 1200 d.C., y que ahora se derriten hasta desaparecer a causa de la huella del hombre. “Cuando tocamos estos bloques de hielo con nuestras manos, no solo nos golpea el frío; nos sorprende el mundo mismo”, fueron las palabras del artista para explicar el impacto de su pieza.  

Foto: Jens Ziehe. Tu pérdida de tiempo, 2006, neugerriemschneider, Berlín, 2006.

El arte ambiental o arte no solo es para contemplarlo sino para vivirlo, para hacerlo parte de tu día a día. Presenciar un espectáculo de Toompak te hace vibrar y te saca risas a cada instante, pero su cometido es provocar en ti que aprendas a vivir con las cuatro erres: reducir, reutilizar, reciclar y replantear.  

Y sí, tal vez no hay forma de hacer arte completamente ecológico porque se siguen usando pinturas para los cuadros, telas para los vestuarios y los tutús, papel para los libros, y un sinfín de cosas más; pero sí puede haber esfuerzos como los de Toompak o Ary Ehrenberg para generar propuestas conscientes y creativas en donde la sustentabilidad y el arte puedan converger gratamente, además de contribuir al mundo de las ideas nutriéndonos con alternativas de consumo y acción.   

Después de todo, la obra de arte máxima es la naturaleza, o ¿no?