Maroma de San Miguel Amatitlán

La compañía está integrada por catorce personas que representan a tres generaciones de la familia Jiménez. Alfonso Jiménez es uno de los cuatro hijos de don Erasmo y el único que siguió a su padre en la tradición de la maroma. A su vez, Alfonso inculcó a su hijo Pepe en el arte de esta tradición familiar.  

La historia de la maroma en esta familia se remonta al matrimonio de doña Victorina y don Erasmo, quienes se conocieron cuando ella tenía 18 años y él 23. En ese entonces, ella no sintió temor por compartir su vida con un acróbata del cielo. Victorina participaba improvisando bailes al ritmo de la música, mientras él se colgaba intrépidamente en el aire.  

El huácaro, traje tradicional de payaso, tiene un cierre que va del cuello a la cintura y es de color morado con amarillo. Erasmo recuerda haber portado ese atuendo durante seis décadas, en las cuales fue maromero y payaso de pueblo.  

Erasmo enseñó a Alfonso a maquillarse con la ceniza de la leña, una práctica que, aunque le lastimaba los ojos, era la única disponible en ese entonces. También le enseñó unos versos que Alfonso siempre recuerda. Cuando Alfonso canta, se percibe la magia y la dulzura de un niño a los diez años. Para él, la maroma es más que una tradición; es un rito ancestral que su padre le heredó. Don Erasmo no sabe escribir ni leer y ha comenzado a olvidar los versos, por lo que Alfonso se ha convertido en el guardián de esa memoria, rescatándolos del olvido. 

La maroma es el aliciente que mantiene enérgicos y vivos a Alfonso Jiménez y a su anciano padre. Ambos comparten un profundo amor por esta tradición, que se originó en la época de la Colonia y que hoy posee un valor cultural incalculable.   

La familia Jiménez ha participado en distintos encuentros de maromeros en México, incluyendo el realizado en el Centro Nacional de las Artes en 2015. También tuvieron una participación especial en la película La tirisia, y han aparecido en festivales dentro del estado como fuera de él. La tradición no se ha perdido. Los ojos de Victorina, Pepe, Alfonso y Erasmo lo demuestran.