En estos meses pandémicos hemos aprendido mucho y los y las artistas no son excepción; nos han regalado verdaderas joyas en la web para no extrañar los insustituibles escenarios. Los editores de video se han transformado en una suerte de pintores, haciendo que el arte, en medio del confinamiento, cobre vida. ¿Será la pandemia tierra fértil para un arte transformador que nos sorprenda en los años venideros?

Arte y tecnología en tiempos de pandemia: ¿un nuevo Renacimiento? Agregar a Mi Cervantino

 

Empezaremos diciendo esto: no se puede pensar en arte sin pensar en tecnología. Y con tecnología nos referimos a la innovación de técnicas para producir algo. Toda manifestación artística, además de verse influenciada por contextos históricos, geográficos y temporales, se ha beneficiado del uso de ésta. El ser humano, al desarrollar el arte primitivo, se valió de artefactos y otras herramientas, en ocasiones elaboradas sólo para ese fin: pinceles rudimentarios, pigmentos hechos con sustancias orgánicas e incluso lámparas fabricadas para favorecer a la iluminación de sus lienzos. La sed de innovar y mejorar, propia del ser humano, ha sido saciada por la tecnología en diferentes periodos y en distintas medidas.

Tanto el arte moderno, como el arte del siglo XIX, influenciado por la Revolución Industrial, serían severamente criticados por los artistas del Renacimiento, y ni qué decir de la diversidad de expresiones artísticas fraguadas en la posmodernidad. Y es que una labor continua del artista es innovar, encontrar maneras más ingeniosas de crear, empujar los límites del arte y emplear cuantas herramientas estén a su alcance para enriquecer la experiencia humana.

Sin embargo, la innovación forzosamente conlleva a un alejamiento de los modelos tradicionales, modelos “antiguos”. Por ejemplo, la obsolescencia de la pintura y los retratos resultó clara cuando la fotografía llegó para trivializar el tiempo, a veces semanas y meses, que tomaba a un pintor realizar un retrato hiperrealista; para la gente del momento, esto significó una pérdida de valor para el artista, pues su arduo trabajo se veía, de pronto, anulado: toda su labor sustituida por un botón.

En un mundo que está en constante cambio, innovando y creando sin pausa alguna, es común que los nuevos modelos den muerte a los viejos, lo que algunas veces puede causar rechazo por parte de aquellas personas que aún se apegan a lo tradicional o lo que les resulta conocido. Tanto así que la gran mayoría podría negarse a llamar “arte” a las nuevas manifestaciones. Un gran ejemplo es el debate en torno al cine, que no siempre fue considerado arte, al no hallársele un puesto en ninguna de las disciplinas visuales del momento: escultura y pintura. Aunque los aspectos formales de éste respondían a características de composición de otras corrientes artísticas, encontrarle un contenedor a este (ahora) arte multidisciplinario fue todo un reto. Por ello aún se le conoce como el “último” arte.

Llegamos al 2020. La tecnología es parte de nuestra vida diaria: los cerebros encargados de diseñar nuestro futuro han logrado insertar artefactos innovadores en nuestro día a día. Desde luego, el arte se ha valido de estas herramientas para llevarnos más allá. Este año, además, nos presenta un episodio nunca antes visto en nuestra época: una crisis sanitaria mundial. Una pandemia que nos ha obligado a abrir los ojos y nos ha permitido ver que nuestras acciones, por muy pequeñas que sean, pueden tener un impacto global. ¿Cómo afectará esto a la creación artística? Los medios han cambiado; los teatros están cerrados; los auditorios, foros y salas de conciertos han sido reemplazados por desiertos con butacas. Un nuevo paradigma rige nuestro comportamiento: mientras más lejos, más unidos nos encontramos. A través del aislamiento social, contribuimos a que las pérdidas vitales a causa del virus disminuyan, lo que nos demuestra un compromiso ineludible con la humanidad, esa especie a la que (por si se nos había olvidado) pertenecemos.

El arte en tiempos de pandemia ha encontrado formas muy creativas para adaptarse a la nueva normalidad, como es el caso de la danza. Un gran ejemplo es El lago de los cisnes desde el baño, una puesta en escena coreografiada a distancia y ejecutada con el rítmico montaje de cientos de videos, donde bailarines y bailarinas de elite provenientes de todas partes del mundo echaron mano del ingenio para colocar sus smartphones en los encuadres acordados vía Zoom, llenaron sus tinas con agua teñida de colores y realizaron una apasionada entrega que casi puede hacernos sentir la emoción de estar presenciando uno de los ballets más grandes del mundo.

El ballet del lago de los cisnes desde el baño (Swan Lake Bath Ballet), producido de forma remota durante la pandemia.  #CultureInQuarantine de la BBC.

Algo parecido sucede con la música, pues al igual que en el ejemplo anterior, decenas de músicos de diferentes orquestas han optado por grabarse a sí mismos desde casa, interpretando piezas que más tarde resultan en cientos de tomas que un editor organiza a la perfección para ser transmitidas mediante diversas plataformas.

Los editores de video, esas personas encargadas de sincronizar lo que vemos con los sonidos que percibimos, se han transformado en artistas, son narradores, pintores, orquestadores, su sensibilidad estética es crucial para que el arte pueda cobrar vida a la distancia. Estamos en el camino de un aprendizaje mayor y la influencia que esta experiencia histórica tendrá sobre las mentes creativas será, sin duda, algo digno de verse. Hoy, como desde las épocas cavernarias, hacemos uso de la tecnología a nuestro alcance y nos adaptamos a la realidad por cruda que sea.  “La creatividad es más fuerte cuando está acicalada por la necesidad”, sentencia Pep Gatell, fundador de la mítica compañía catalana, una de las pioneras del teatro digital. Gatell no imaginó que tres décadas después de empezar a experimentar serían la vanguardia de las artes escénicas. Este grupo español es solicitado por varios festivales como una estupenda opción para programar teatro de calidad a distancia.

“La tecnología y estas plataformas transgreden el cerebro del artista que está solo en casa y tiene que hacerla de camarógrafo, de actor, de guionista, de pintor; traspasa tu estado de confort y te obliga a hacer cosas diferentes”.  Pep Gatell ve a las herramientas tecnológicas desde una perspectiva plástica, nunca como una limitante sino como algo que permite expandir la mente. “Los artistas tienen que adaptarse a las nuevas formas de hacer arte; cuando se regrese a los escenarios ya se tendrá también la experiencia digital que ampliará y reinterpretará las formas de hacer las cosas”.

Hay muchas formas de trabajar lo corporal sin que necesariamente sea desde una dimensión física; lo visual también puede impactar y crear sensaciones. En este terreno se mueve el espectáculo que Gatell trae al Cervantino y al que se refiere como “experimento” y aunque ya lo hizo una vez con La maldición de la corona, no sabe a ciencia cierta en qué resultará.

Sin embargo, lo que sí sabemos es que La tempestad en casa se propone volarnos la cabeza. “No se trata de recitar los textos de Shakespeare sino de inspirarse en esa estructura dramática para hacer acciones sobre lo que él explica”. Participarán quince actores y tres músicos de la CNT, diez artistas audiovisuales y cinco artistas de multidisciplina quienes estarán en vivo desde España, Argentina, costa Rica, Italia y México interactuando con el público desde una aplicación llamada kalliope.

El público, además de mirar el streaming, tendrá una segunda narrativa a partir de dicha app móvil, en donde se podrán hacer grupos de opinión y escribir sus experiencias personales. Así, habrá dos lecturas de La tempestad en casa, la que verán por la computadora y la que se creará por medio de la aplicación. Un plus del montaje a distancia es que ontará con dos epílogos y el público decidirá cuál es el que se vivirá a través de la pantalla y en vivo. La presencia de Fundación Epica La Fura dels Baus en el FIC nos dará, sin duda, una muy necesaria sacudida para revivir los sentidos, en esta época de confinamiento.

Video de la retransmisión en directo de “La Maldición de la Corona”, un experimento colectivo virtual y a distancia que toma como referencia “Macbeth” de Shakespeare.

Hace 25 años La Fura no sabía que estaba en la antesala del arte digital expandido por todo el mundo, de la misma manera que no sabemos cuánto años llevará gestar un nuevo arte o una corriente transformadora a la que podamos ver como el resultado de las experiencias aprendidas durante esta pandemia.

 

DVMB