Pachucas, títeres y músicos protagonizaron el segundo fin de semana del FIC 51
- Dmitry Masleev ofreció un concierto impecable en homenaje a Rachmaninov.
- Las pachucas de La Mezcla encantaron con un espectáculo fusión de tap, son jarocho y multimedia.
- Justin Kauflin Trio conmovió con un programa basado en composiciones tradicionales y contemporáneas.
El temple y pulcritud de Dmitry Masleev en el piano mantuvieron en un estado de fascinación a sus escuchas durante un recital en el Templo del Señor Santiago Apóstol en Marfil. El pianista ruso llegó por primera vez al Festival Internacional Cervantino (FIC) para emprender un viaje musical por el posromanticismo europeo del siglo XIX.
El programa inició con la Sonata-Reminiscenza, Op. 38, núm. 1, de Nikolái Médtner, seguido del Scherzo de Sueño de una noche de verano, obra con la que revivió a uno de los compositores más emblemáticos de la historia, Serguéi Vasílievich Rachmaninov, a 150 años de su nacimiento y 80 años de su muerte.
El pianista demostró una técnica impecable y talento natural frente a obras de gran complejidad, como las Variaciones sobre un tema de Corelli, de su compatriota Rachmaninov. Después de escuchar piezas al estilo de una película de horror el ambiente transitó hacia la luz, con la interpretación de la Rapsodia española, S. 254.
En esta obra se apreciaron cambios de ritmo inesperados, como pequeños disparos de energía que explotaban con fuerza y dinamismo en los dedos de Dmitry. Los acordes finales quedaron suspendidos en el espacio hasta diluirse por completo en el oído de los asistentes.
Por su parte, la oferta cultural infantil del FIC 51 despertó la admiración de niñas y niños en el Teatro Cervantes, con la historia de Amelia y el viaje inesperado. Pequeños personajes de tela ocuparon una mesa como escenario para relatar la experiencia de una infante en medio de un contexto de guerra.
Lormiga Títeres. la compañía más titiritera del desierto de Sonora ofreció dos funciones en representación del estado de honor, con las que se ganó el cariño de chicos y grandes. Pese a abordar temas como la guerra, violencia y migración, el mensaje final resulta esperanzador y reflexivo para la audiencia. Es una invitación a la toma de conciencia sobre la acción humana y su impacto en las pequeñas infancias.
La programación dancística se nutrió con la presencia de La Mezcla, una compañía estadounidense que por primera vez llegó a México a través del Festival Internacional Cervantino. La Explanada de la Alhóndiga de Granaditas resonó al ritmo de tap dance, son jarocho y ritmos afrocaribeños para mostrar una versión renovada del pachuquismo.
Durante años, Vanessa Sanchez, directora y coreógrafa de La Mezcla, se ha comprometido con la difusión y justicia social del movimiento pachuco a través de la danza, al provenir de una familia de inmigrantes con raíces huastecas.
Como resultado nació Pachuquísmo y algo más, un espectáculo en el que se combina el tap, son jarocho, multimedia y un extenso trabajo de investigación. Con todos estos elementos y vestidas con los clásicos zoot suits —trajes típicos con pantalones de cintura alta, tirantes y chaquetas largas— las pachucas brillaron en el escenario.
Las coreografías mantuvieron una relación directa con el relato histórico, en el que se muestra a las pachucas en medio de una lucha social, al tiempo en el que bailan y disfrutan algunos de los géneros más populares de la época, como charleston, jazz y blues. Al final de su presentación, el público le cantó las mañanitas a la creadora y directora, quien se mostró agradecida por el recibimiento del público.
Casi al término de la noche, el pianista Justin Kauflin compartió una velada mágica de jazz en compañía de Evan Gregor, en el contrabajo, y James Macbride, en la batería. El programa inició con You Do Something to Me, de Cole Porter, y continuó con algunas de las composiciones creadas por el mismo Kauflin a lo largo de su carrera, como Candy y The Blues.
La intuición y la camaradería fueron la guía que acompañó a los dedos de Justin Kauflin, un pianista de jazz estadounidense que —pese a perder la vista a los 11 años— demuestra no tener limitantes frente a su pasión por la música. Su admiración por jazzistas legendarios, como Clark Terry, ha influido en la consolidación de un estilo propio, caracterizado por la profundidad y energía detrás de sus notas.
Actualmente es reconocido en el mundo por sus numerosas aportaciones a la música y la cinematografía. Es embajador de jazz del Departamento de Estado de los Estados Unidos de América y docente de jóvenes que desean convertirse grandes músicos, al igual que él.
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